Para que los metales a bordo se mantengan en buen estado es importante conocerlos y saber cómo cuidarlos. Jordi Maseras nos echa una mano.
Por regla general a bordo de un barco se suelen encontrar cuatro tipos de metal: el acero inoxidable, el aluminio y, en menor medida en los barcos menos modernos, el bronce y el latón. La corrosión, el continuo rozamiento con otros elementos más duros y la oxidación suelen ser factores determinantes de su deterioro con el paso del tiempo. Unas pocas horas de mantenimiento, como mínimo una vez al año, evitarán su degradación y, de paso, nuestro barco mantendrá un aspecto más nuevo y cuidado.
Hay que tener cuidado con el contacto directo del aluminio y el acero
inoxidable, en los puntos de contacto entre estos dos metales puede
aparecer facilmente la corrosión en el aluminio. Foto: Jordi Maseras.
Acero inoxidable
Todos estos metales son el fruto de distintas aleaciones; como el acero inoxidable que nació a principios del siglo XX en Inglaterra, para fabricar cañones de fusiles añadiendo cromo al acero. El acero inoxidable utilizado en náutica suele ser una aleación que contiene entre el 16 y el 18% de cromo, un 10% de carbono y un 5% de sílice y molibdeno. Su bajo contenido en carbono evita su oxidación junto al óxido de cromo que se genera de forma natural. Precisamente se considera acero inoxidable cuando tiene más de un 12% de cromo. Sin embargo, pequeñas limaduras de hierro o de aluminio que se depositen en su superficie pueden producirle puntos de oxidación. Por otro lado, el acero inoxidable es un metal muy duro que raramente se verá afectado por la corrosión galvánica.
En los veleros un punto a revisar constantemente son los cadenotes, es
importante mantenerlos siempre limpios para visualizar cualquier traza
de óxido que pueda aparecer. Foto: Jordi Maseras.
Existen diferentes tipos de acero inoxidable, en función de que su combinación hierro-carbono se asocie a otros elementos añadidos en su elaboración. El compromiso de un buen acero inoxidable es su contenido en cromo. Un porcentaje alto de este metal elimina la corrosión, pero disminuye su resistencia y aumenta su precio. Un buen equilibrio entre sus componentes es lo que buscan los fabricantes de accesorios para la náutica.
Aluminio
El aluminio se genera por medio de un proceso electrolítico y contiene una base de polvo mineral que incluye sílice y magnesio. Se trata de un metal que crea constantemente una capa microscópica de óxido para protegerse de la corrosión, pero se ve afectado en gran medida por la corrosión galvánica si entra en contacto con otros metales más duros. Para evitar en lo posible este tipo de corrosión, el aluminio que se emplea para la náutica se somete a una técnica de anodizado que endurece su superficie a través de un proceso de electrólisis con ácidos.
La sal de los rociones, si no baldeamos bien después de cada salida,
puede acelerar los puntos de óxido. Foto: Jordi Maseras.
Bronce y latón
El bronce y el latón, en la actualidad, son sustituidos cada vez más por el acero inoxidable que requiere un mantenimiento más simple y cómodo. Tanto el bronce como el latón tienen una base de cobre que, con una aleación de estaño da como resultado el bronce y, con una aleación de zinc, su resultado es el latón. El bronce se ha utilizado siempre a bordo de todas las embarcaciones hasta hace pocos años, es un metal noble que resiste grandes esfuerzos y únicamente se ve afectado por la corrosión galvánica en contacto con el acero inoxidable, el oro o el titanio. Para mejorar su tracción, en náutica, se suele añadir a su aleación níquel, manganeso y aluminio. El bronce genera una capa de óxido de color verde que lo protege de la corrosión. En la actualidad se suele encontrar en las hélices, ejes y en algunos engranajes de molinetes de ancla, cabrestantes o en los winches de los veleros.
Algunas campanas de winches son de bronce y tienen una protección de
cromo que, con el tiempo y el uso, tiende a desaparecer. Aquí la única
solución es volver a cromar la campana. Foto: Jordi Maseras.
Cuidar los metales
La limpieza de todos estos metales tendrá como finalidad eliminar la capa de óxido para pulir posteriormente los raspones y rayaduras y, finalmente, proceder a su abrillantado. La mejor forma de eliminar el óxido, será aplicando ácido fosfórico con un pincel y aclarando abundantemente con agua dulce. Obtendremos de forma directa un buen acabado en el acero inoxidable y solo deberemos pulir los arañazos.
El pulido y la limpieza pueden resultar efímeros si no pulidos
periódicamente la capa de óxido verde que genera constantemente la
aleación. Foto: Jordi Maseras.
Después de secar con un trapo de algodón, el acero inoxidable quedará como nuevo, pero el bronce y el aluminio quedarán mates, y deberemos aplicar pasta de pulir y frotar con un trapo o una pulidora para recuperar su mejor aspecto. Para pulir el aluminio anodizado que encontramos sobre todo en los palos, botavaras y tangones de los veleros, no emplearemos nunca pastas o líquidos abrasivos; en el mercado existen productos específicos para tal menester.