Se dieron cuenta de que para navegar lo que se necesita es tiempo, así que se hicieron con el tiempo. El barco amarillo, una familia que vive a bordo, nos explica en esta entrevista cómo es su vida desde que zarparon.
Una pareja junto a su hijo de tres años, Ulises, y su perrita, Lula, llevan un año y medio navegando por la costa de Brasil en un velero amarillo de 9 metros de eslora. No se trata de unas vacaciones, ni tienen fecha de regreso, sino de su estilo de vida. Constanza Coll y Juan Dordal abandonaron sus trabajos y rutinas de ciudad en Buenos Aires para embarcarse en una aventura sin rumbo por los mares. Hoy, se encuentran en Ilha Grande, estado de Río de Janeiro, a escasas semanas de que nazca su segunda hija.
La familia, conocida en redes sociales como “El barco amarillo”, comparte sus experiencias a bordo en sus cuentas de Instagram, Facebook y Youtube, donde va explicando su aventura, da consejos sobre navegación y la vida a bordo.
En esta entrevista Constanza y Juan hablan sobre su cambio de vida desde que zarparon. Nos explican cómo las virtudes (principalmente el tiempo y el contacto con la naturaleza) compensan cualquier inconveniente de vivir navegando (como tener que cargar la compra en una auxiliar para llegar hasta el barco remando o tener que buscar agua en cascadas mediante bidones). Nos revelan cuál es el filtro para hospedar a gente en su barco, cuáles son los paisajes más idílicos por los que han navegado, así como la experiencia más peligrosa que han vivido en el mar. También nos hablan de su vivencia a bordo durante la cuarentena por el COVID-19.
La vida en el barco amarillo
¿Cómo surgió la idea de dejar tierra para vivir a bordo de un velero?
J: Siempre habíamos deseado un estilo de vida diferente. Hace unos ocho años, cuando hicimos los primeros cursos y comenzamos a navegar, descubrimos que la náutica era mucho más que un deporte y que nos podía ofrecer un estilo de vida diferente. A partir de ahí, empezamos a navegar cada vez a puertos más lejanos. Nuestras metas no eran de velocidad, ni de ganar regatas, ni nada por el estilo, sino de ir planificando navegaciones a puertos que estaban cada vez más lejos. Eso nos llevó de Buenos Aires a Uruguay. Cuando terminamos la Costa Uruguaya, hicimos los primeros puertos brasileños y ahora llevamos un año y medio por la Costa de Brasil. Nos acostumbramos rápido al estilo de vida y nos dimos cuenta que para seguir conociendo nuevos puertos, necesitábamos más tiempo. Para navegar hace falta más tiempo que dinero y entonces decidimos hacernos el tiempo.
¿Qué abandonasteis en vuestras vidas cuando decidisteis embarcaros?
J: Hemos abandonado muchas cosas para vivir a bordo. Nosotros teníamos una vida bien armada y con estabilidad económica: yo soy psicólogo y Coni es comunicadora social y diseñadora gráfica. Ambos trabajábamos de nuestra profesión en buenas empresas, aunque el último trabajo de Coni fue de freelance. Yo, incluso, llegué a trabajar en tres compañías. Pero un día decidimos renunciar a ciertas comodidades y tranquilidades como recibir un sueldo a fin de mes para embarcarnos a una situación que no sabíamos cómo podía llegar a resultar. Así que yo fui dejando poco a poco mis tres trabajos y Coni dejó también atrás su trabajo como freelance. Después nos tocó dar nuestro último saltito, que fue poner nuestro apartamento en alquiler y empezar nuestra vida en el barco.
Respecto a la vivencia a bordo, ¿Cómo es vuestra alimentación en el barco?
C: Decidimos no tener la misma alimentación que teníamos en Argentina. Creemos que la mejor forma de alimentarse es adaptarse al lugar en el que uno está. Así que comemos mucho pescado, mientras que en Buenos Aires comíamos muchísima carne. Desde que llegamos a Brasil, Juan decidió pescar. Antes siempre pescaba con caña y ahora pesca con arpón. Eso nos asegura una buena dosis de pescado por semana y después tratamos de hacer una comida lo más sana posible para nosotros y nuestros hijos, con muchos productos caseros. Por ejemplo, en vez de galletitas, hacemos tortas. Tratamos de cocinar con mucha verdura y fruta, que aquí en Brasil abunda. La principal diferencia son los productos, ya que aquí hay muchos que en Buenos Aires no hay, como, por ejemplo, leche de coco, mango, mamón, piña, etc.
Familia pescando. Foto: El barco amarillo.
¿Se puede vivir en un velero de 9 metros con las comodidades de una casa?
C: Las comodidades claro que son diferentes con respecto a las de una casa. Ahora para conseguir agua, tenemos que desembarcar. En Brasil se busca muchas veces agua dulce en cascadas, entonces vamos con bidones a cargar el agua en el tanque. Para hacer las compras tenemos que remar y después caminar y cargar las bolsas. Claro que es mucho más fácil ir en coche al supermercado, hacer una ducha con agua caliente, etc. ese tipo de comodidades nosotros no las tenemos en el barco, pero tenemos muchas otras comodidades que tienen que ver sobretodo con el tiempo y el contacto con la naturaleza, que en Buenos Aires se está muy alejado de ella. Con el barco en Brasil hemos encontrado grandes paraísos, que es lo que se convierte en una real comodidad para nosotros.
Constanza y Ulises con la compra cargada en la auxiliar para llegar hasta su barco. Foto: El barco amarillo.
¿Os planteáis adquirir un barco nuevo y más grande?
J: De momento, estamos contentos con el que tenemos. Acabamos de mudarnos a un barco más grande y más apropiado para una familia de cinco personas contando a la perrita que nos acompaña en el viaje. Este es un Jeanneau Sunrise 35. El barco con el que iniciamos, el Tangaroa 2, era un One Off 30 y era ideal en muchos aspectos porque era de acero y muy seguro. Eso es lo principal para albergar una familia viajando, pero decidimos cambiarlo debido a las incomodidades precisamente. Por ejemplo, no tenía heladera, ducha interior y solo tenía un camarote para nosotros dos y Ulises dormía en una cucheta. Pero sentíamos que era suficiente para arrancar el viaje. Creíamos que si nos poníamos a pensar en lo que le faltaba, nunca zarparíamos. Después, y sobretodo con el embarazo, comenzamos a pensar en cambiarlo y se nos presentó una ocasión en Brasil. Nuestro barco lo vendimos muy rápido por Instagram a otra persona que vino al país a cumplir un sueño y el hecho de que vaya a hacer con otros lo que hizo con nosotros también nos alegra mucho.
Fotografías de la vivencia a bordo del Tangaroa2. Foto: El barco amarillo.
En vuestro perfil de instagram decís que hospedáis a gente en vuestro barco, ¿Cómo decidís las personas con las que váis a convivir un tiempo en vuestro barco?
C: Nosotros no elegimos las personas que vienen, son ellos quienes nos escogen a nosotros. Cuando empezamos a compartir nuestra vida a través de las redes sociales, algunas personas comenzaron a preguntar si podían venir para tener una experiencia a bordo con nosotros. Aclarábamos que no era un barco de charter, ni de lujo, que no tenía heladera, ducha, que era pequeño y que iban a tener que compartir el espacio con un niño y una perra. Seguían teniendo muchas ganas de venir y navegar con nosotros. Estas personas nos conocen a través de nuestras redes sociales, saben cómo es el barco y cómo es la vida que llevamos a bordo y eso es lo que hace de filtro. Si bien, les hacemos algunas preguntas sobre cuestiones de salud, experiencia náutica y alimentación, pero no condicionamos a quién viene, sino que ellos ya saben a lo que vienen. Por el momento, hemos hospedado a más de 100 personas y todas las experiencias han sido exitosas, por eso seguimos haciéndolo de esta manera.
¿Cómo diríais que ha cambiado vuestra vida desde que vivís navegando?
J: Cambió un 100%. Básicamente, lo más importante tiene que ver con la gestión del tiempo. En la ciudad yo, por ejemplo, salía a las 7:00-8:00 a.m. de casa y llegaba a las 9:00p.m. A mi hijo prácticamente lo veía durmiendo. No podía participar en el día a día, la crianza, etc. Decidimos empezar este viaje porque queríamos estar más en familia. Pensamos que lo mejor que teníamos para ofrecerle a nuestro hijo no era la estabilidad económica, sino una vida diferente con aventura, con tiempo, con amor y con presencia. Hoy estamos 24 horas al día juntos planificando el día a día sin saber muy bien qué vamos a hacer al mes siguiente, ni mucho menos al año próximo. Sí sabíamos cómo iba a ser nuestra vida si nos quedábamos trabajando en la misma compañía, a qué edad nos íbamos a jubilar, en qué momento íbamos a tomar vacaciones, a dónde íbamos a ir, etc. Lo teníamos todo muy programado y hoy no lo tenemos. Hemos aprendido a vivir tomando decisiones de otra forma.
Experiencias a bordo
Tanto tiempo viviendo en el mar, habréis tenido más de un susto ya sea por mal temporal, mal tiempo o imprevistos del propio barco. ¿Cuál ha sido la experiencia más peligrosa que habéis experimentado?
J: Creo que el mayor mérito que tenemos es que no hemos tenido ninguna situación en la que tuviéramos miedo. Quizás la navegación más difícil fue una noche en la que había un viento bastante intenso y nos enganchamos a una red de pesca clandestina, que no estaba balizada. Por suerte, estábamos lejos de la costa, pero fue complicado porque justo estábamos doblando un cabo. Además, nos habíamos quedado sin motor porque la hélice se había quedado enroscada en la red. El viento era bastante intenso e, izando toda la vela, pudimos atravesar la red. Tuvimos que navegar puramente a vela durante dos días más hasta llegar a puerto. Una vez llegamos, cuchillo en mano, nos tiramos al agua, sacamos la red y quedó todo en un susto. Por eso me gustan los veleros, porque tienen dos métodos de propulsión: la vela y el motor. Es muy raro que fallen los dos y eso da un margen de seguridad enorme. A parte de eso, nada más porque tenemos un criterio muy precavido para navegar. Nuestro lema es que, si hay duda, tomamos la decisión más sensata: no zarpar.
También habréis tenido la oportunidad de navegar en las aguas más bonitas, ¿Cuál es el lugar más idílico en el que os habéis encontrado?
C: Ahora mismo estamos en Ilha Grande, Río de Janeiro, que es un archipiélago con 365 islas. La verdad es que este lugar nos sorprendió mucho. Nos parece muy hermoso. La vida aquí es muy fácil, es tropical y el clima siempre es bastante ameno. Por ahora, este es el paraíso que hemos sabido conseguir en esta primera etapa del viaje. Y es que nosotros tomamos decisiones paso a paso sin apuros y sin pensar que el paraíso está en tal lugar. Por ejemplo, no nos hemos propuesto ir al Caribe, ni dar la vuelta al mundo para encontrar paisajes idílicos, sino que nos los vamos encontrando.
Ulises y Lula contemplando una cala de Ilha Grande. Foto: El barco amarillo.
¿Cuáles son vuestros próximos destinos?
J: En este momento, como comentaba Coni, estamos navegando en Ilha Grande, en el estado de Río de Janeiro y no sabemos hacia dónde vamos a ir. Casi como filosofía de vida, puede ser que tengamos este barco en Brasil y vayamos haciendo otras experiencias en el invierno del hemisferio sur viajando hacia el hemisferio norte, quizás no con este barco, sino con barcos de charter que nos den de canje. Incluso hemos pensado hacer algún viaje en motorhome, digamos siempre con la idea de que el barco sea nuestra casa. Por decirlo de alguna manera, suelo firme, y a partir de ahí ir proyectando otros viajes. También tenemos otras opciones navegando, pues quizás vayamos de vuelta hacia el nordeste, quizás nos quedemos aquí. Sinceramente no lo sabemos y nos gusta mantenerlo así.
Algo a añadir…
J: Lo que nos llama la atención es que para nosotros este estilo de vida es realmente bello, pero, sin embargo, hay muy pocas familias que lo hagan. Nos hemos encontrado navegantes de todo el mundo, pero siempre es gente que está en regatas o personas jubiladas. Hay muy pocas familias navegando. No sabemos muy bien por qué, pero creo que la náutica tiene muy mala prensa y eso tiene algo que ver: cada vez que sale una película de navegación, el barco se ve en apuros o alguien muere… Creo que nos han hecho creer que es peligroso y quizás eso hace que las familias no se animen. Yo, sin embargo, siento que mi hijo está mucho más protegido en el barco que en una gran ciudad con la inseguridad, los robos, los autos, etc. Así que, cada vez que podemos ayudar a romper esos mitos y acercar a las familias hacia la vida náutica nos alegra y sentimos que estamos volviendo un poco eso que nosotros hemos recibido.
Situación a bordo ante el Coronavirus
Con la llegada del coronavirus están cambiando las vidas de muchas personas que se ven obligadas a quedarse encerradas en cuarentena en sus casas. ¿Cómo está siendo ahora vuestra vida en el barco ante esta pandemia?
C: La isla en la que nos encontramos, Ilha Grande, ha quedado cerrada para el turismo. Es decir, no han desembarcado más personas de crucero. Nuestro barco está súper abastecido. Con antelación, nos encargamos de hacer una buena compra, así que estamos bien preparados por si suben los precios o hay desabastecimiento en la isla. Además, podemos alimentarnos nosotros mismos con agua y pescado porque aquí en esta isla en particular hay, como comentábamos anteriormente, muchas cascadas de agua dulce y tenemos el arpón por si nos falta carne. Juan se va a dedicar a pescar durante estos días de cuarentena. Así que estamos bien servidos. Por otro lado, estamos limitando nuestro contacto con la gente y la verdad es que eso en el barco es muy fácil y no es para nada sacrificado, ya que uno puede tirarse al mar, nadar e ir a playas a las que no hay ninguna persona como para caminar y pasear sin tener riesgos.
La familia durante su cuarentena en el barco: Tocan instrumentos, leen, dibujan, nadan, juegan con Lula, etc. Foto: El barco amarillo.
¿Cómo os planteáis el momento del parto ahora ante esta nueva situación?
C: La verdad es que el momento del parto nos preocupa, ya que es entre finales de mayo y principios de junio. Para ese momento en Brasil y Argentina va a ser invierno. Eso significa que, si no logran controlar la pandemia en nuestros países antes de la llegada del invierno, puede llegar a haber un pico de casos muy grande. Por eso, todavía no hemos decidido dónde tener a nuestra hija, si en Brasil o Argentina. En Brasil hace mucho más calor, eso limita el virus, mientras que en Argentina tenemos una preparación médica muy buena que podría ser una solución. El problema es que, para llegar hasta Argentina, tenemos que pasar por dos aeropuertos. La verdad es que la comparación entre Angra (Brasil); que que es una ciudad pequeña donde hasta ahora no ha aparecido ningún caso, y Buenos Aires (Argentina); que es una gran ciudad y, probablemente llena de casos, nos inclina a tener a nuestra hija aquí en Brasil.
Constanza haciendo yoga y ejercicios relajantes para el embarazo. Foto: El barco amarillo.
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