Para cualquier armador, el nombre de su barco suele tener una gran importancia, sea por motivos sentimentales o por otra circunstancia. No se concibe una embarcación sin su nombre pintado en popa.
- Ponerle nombre a un barco es necesario para que la embarcación pueda ser identificada cuando tengamos que realizar cualquier trámite, o bien, en situaciones de emergencia.
- Aunque se crea que cambiar el nombre de una embarcación trae mala suerte, es posible efectuar un cambio de nombre a la hora de tramitar la compra de un barco de segunda mano.
¿Por qué ponerle nombre a un barco?
Los antiguos marinos solían decir que los barcos tienen alma propia porque a bordo de sus embarcaciones habían vivido momentos de toda índole y habían compartido situaciones y sensaciones imborrables. ¿Qué navegante no ha recordado hasta sus últimos días los innumerables momentos vividos a bordo de su querido barco? Todo esto no se puede concebir sin que la embarcación tenga un nombre propio.
Además, que nuestro barco tenga un nombre es obligatorio internacionalmente. Sirve para identificarnos allí donde vayamos, por tanto en la documentación del barco siempre aparecerá el nombre, además de la matrícula y los datos del armador. En España, el nombre del barco deberá estar registrado en los siguientes documentos:
- Registro Marítimo Español
- Hoja de Asiento
- Certificado de Navegabilidad
- Permiso de Navegación
- Certificado de Inspección de Balsas Salvavidas
- Hoja de Registro e Instalación de Radiobalizas
- Solicitud de Autorización de Equipos Radioeléctricos
- Certificado de Idoneidad de Instalación Radioeléctrica
También nos exigirán el nombre del barco cuando pidamos el número del MMSI (Maritime Mobile Service Identity) que consta de 9 dígitos (los tres primeros corresponden a la identificación del país y los seis dígitos restantes a la identificación de nuestro barco). Otra práctica recomendable, aunque no obligatoria, es que los chalecos salvavidas lleven todos rotulado el nombre de la embarcación a la que pertenecen.
El nombre de nuestro barco nos servirá además para identificarnos claramente ante cualquier trámite que debamos realizar, por ejemplo, cuando pedimos por radio un amarre en un puerto desconocido, cuando pedimos ayuda de la marinería para atracar en nuestro puerto base o para pedir ayuda en alta mar, a raíz de una avería o de cualquier otra emergencia.
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Los armadores de los "barcos trotamundos" suelen ser los más orgullosos de lucir su nombre. Foto: Jordi Maseras.
¿Cambiar el nombre del barco o dejar el que tenía?
Al comprar un barco nuevo, debemos tener claro el nombre que le vamos a poner porque será necesario para tramitar toda la documentación. Si el barco que vamos a comprar es de segunda mano, ya tendrá un nombre y, en este caso tendremos dos opciones a la hora de hacer el cambio de titularidad: dejarle el nombre que ya tiene o cambiarlo por otro que nos guste más. Y aquí entramos de lleno en el campo de la superstición, porque siempre se ha dicho que cambiarle el nombre a un barco trae mala suerte, pero lo dicho; no son más que supersticiones.
En los barcos de vela, la funda de la botavara es buen lugar, además de la popa, para mostrar el nombre de nuestro barco. Foto: Jordi Maseras.
¿Por qué se cree que da mala suerte cambiar el nombre de un barco?
Se dice que el origen de la leyenda se remonta a varios siglos atrás y que fue divulgada por la marina inglesa, por motivos económicos, para evitar que los piratas cambiaran el nombre de sus barcos y así impedir ser encontrados después de realizar sus fechorías. Dado que los piratas eran muy supersticiosos, empezaron a divulgar historias de horribles naufragios y de finales aterradores para las tripulaciones que navegaban a bordo de barcos cuyo nombre había sido sustituido por otro. Con esto, intentaban evitar que los piratas cambiaran los nombres y así facilitaban la recuperación de los barcos y los bienes que habían sido robados.
También se dice que la leyenda fue divulgada por las compañías de seguros, para evitar que muchos barcos fueran denunciados como hundidos cuando en realidad, después de ser robados, se les cambiaba el nombre para utilizarlos con fines delictivos. En estos casos, las compañías aseguradoras tenían que abonar el siniestro de barcos que seguían navegando con total impunidad. Para contrarrestar estas leyendas, los piratas divulgaron la idea que, una vez cambiado el nombre del barco, se tenía que ocultar en algún lugar una placa con el nombre original y así evitar el maleficio. Sin saberlo, esto también ayudó a las aseguradoras que, cuando localizaban el barco siniestrado, podían encontrar entre sus restos el nombre original del barco hundido.
No es difícil encontrarse con barcos que de una forma u otra hacen referencia a la "Armadora" o a la mujer del armador. Foto: Jordi Maseras.
¿Qué dice la legislación?
Si compramos un barco de segunda mano, tendremos que decidir qué hacer con el nombre que aparece en su popa, si mantenerlo o cambiarlo por otro que hayamos elegido nosotros. A este propósito, detallamos un extracto del Real Decreto que regula el nombre de las embarcaciones.
El Real Decreto 1027/1989 del 28 de julio dispone, entre otras cosas, que por matrícula de una embarcación se entiende la del distrito marítimo donde se halla registrada. El titular de la embarcación es libre de escoger el puerto de matrícula pero una vez que ésta sea definitiva, tendrá carácter permanente e invariable mientras la embarcación conserve el derecho a enarbolar el pabellón nacional. Este mismo decreto, en sus artículos 16 y 17, dispone que la aprobación del nombre de una embarcación, corresponde a la Dirección General de la Marina Mercante. En la solicitud de matrícula provisional se propondrán tres nombres para la embarcación por orden de preferencia, y para su aprobación nos tendremos que ajustar a los siguientes requisitos:
- Que el nombre propuesto no haya sido asignado a otra embarcación ni esté reservado para otro buque en construcción.
- Que en caso de nombres compuestos, no tenga más de tres palabras.
- Podrán autorizarse anagramas siempre que no se presten a confusión así como números a continuación de un nombre, que tendrán que figurar escritos en letras y no en cifras.
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