La familia, que vive a bordo de la Goleta Gringo, compró el barco a precio de chatarra, lo rescató del fondo del mar, lo reparó y lo convirtió en su casa flotante, donde hoy vive con el objetivo de regresarlo a su ciudad natal desde Argentina a Génova, Italia.
Fernando, el padre de la familia y capitán de la goleta, compró la embarcación por 1.500 dólares, una tall ship del 1886. La rescató del fondo del mar en La Plata, Argentina, en 1990 y la reparó para vivir junto a su mujer, Bárbara, y sus hijos Aquiles (de 23 años) y Juan (de 7 años). A la aventura se unió más tarde Maximiliano Gallo, su sobrino que fue a visitarlos antes de la cuarentena y que se quedó más tiempo del que tenía planeado. Juntos van sumando millas en el mar desde 2017 con el objetivo de regresar la goleta a Génova, donde fue construida.
Sin prisa y sin fecha, la familia, conocida como Goleta Gringo, actualmente se encuentra en Salvador, Brasil, y va viviendo aventuras y aprendizajes a lo largo del camino, tal y como van mostrando en sus redes sociales (Instagram y Facebook) y en su página web, donde comparten constantemente su día a día.
¿Se puede llevar una vida sana a bordo de un barco? ¿Se vive igual de cómodo que en una casa? ¿Cómo es el aprendizaje y la enseñanza de un niño en alta mar? ¿Cómo se financia la Goleta Gringo? En esta entrevista damos respuesta a estas preguntas y muchas más.
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Los inicios de la Goleta Gringo
¿Cómo surgió la idea de rescatar del fondo del mar un barco hundido y restaurarlo para vivir a bordo de él?
La historia de la Goleta Gringo comenzó cuando yo había vuelto de Europa. Había ido con un barco para allí y cuando volví quería armarme con otro barco, pero con la intención de hacer una escuela de vela o algo así y como sé manipular madera, hierros y vidrio pensé en armar un barco antiguo. Lo que buscaba era un casco grande. Empecé a buscar y fui a ver si un amigo, que tiene remolcadores en el puerto de La Plata, me vendía un casco viejo de un barco alemán, de cerca del 23 o una cosa así. Me dijo que no me lo vendería porque sabía que iría navegando a vela y que era mejor que buscase otro barco. Me recomendaron buscar veleros rápidos cargueros como este barco, que en su momento se llamaba Pegli, u otro llamado San Antonio. Y así es que empecé a buscarlos por casi todos los puertos de Argentina. Encontré el San Antonio en Rosario, pero ya le habían cortado el fondo y no se podía restaurar. Volví a pasar por un tigre y me dijeron que el otro barco que buscaba, el Pegli, estaba hundido en Rincón de Milberg. Al principio no lo creí, pero insistieron que sí que era ese. Quería asegurarme antes de sacarlo del agua porque claro, no quería encontrarme después con otro barco. Finalmente, lo saqué del fondo del mar y efectivamente era nuestra Goleta. Lo pusimos en tierra y comenzamos a repararla.
Goleta Gringo en alta mar.
Reparar un barco tan antiguo y en tales condiciones debe de haber costado mucho esfuerzo, ¿Cuánto tiempo os ha llevado hacerlo?
Nos llevó seis meses repararlo: después de sacarlo a tierra, lo llevamos a Río Santiago, un astillero muy grande en Argentina que ahora está cerrado y que me ayudó con la restauración. Una vez en tierra, me pasé unos tres días mirándolo y preguntándome qué hacer con él. Tenía barro, ratas, restos de cosas, pero era tan perfecto que no lo podía dejar morir. Veía que había mucho trabajo, sobre todo en el casco, pero también veía que tenía una línea de agua hermosa y entonces tomé la decisión de comenzar a repararlo. Reparé todo el casco nuevo con material de acero naval japonés. Después de terminar el casco, me fui navegando con los palos puestos. Llegué al Puerto de la Plata, donde tengo una pequeña casita con un canal saladero y ahí fui preparándolo sin ponerme tiempo, ni apuros y cuando podía lo iba restaurando hasta el momento de ahora. Me costó mucho esfuerzo, pero ha valido mucho la pena porque a mi familia y a mí nos gusta mucho navegar y este tipo de vida.
Vida a bordo
¿Cómo ha cambiado vuestra rutina desde que vivís en el mar respecto a cuando vivías en tierra?
La verdad es que la mayor parte de mi vida he vivido en un barco y aún teniendo casa en tierra, prefería vivir a bordo. Te manejas con el sol y evitas tener consumo de batería y todo eso. En la ciudad no miras para arriba porque no piensas si va a cambiar el tiempo, no estás atento de si va a cambiar la previsión meteorológica y aquí sí. Estás permanentemente mirando las nubes, cómo cierra el día para ver si va a haber viento, lluvia o algo que tengas que tener presente. De hecho, muchas veces durante la madrugada hay que salir y cambiar el barco de lugar y todas esas cosas que en una casa no existen. A la hora de ir a trabajar, hay gente que en un departamento tiene que coger un ascensor para llegar, mientras que nosotros lo manejamos con la lancha. Otro cambio fundamental para mí es que nosotros no tenemos televisión. De hecho, recientemente hemos instalado un aparato para Juan, para que vea películas y pueda leer.
Aquiles y tripulantes de la Goleta Gringo preparando el velero para la próxima partida.
¿Vivís igual de cómodos en el barco que en vuestra antigua casa?
Vivimos muy cómodos. Este es un barco grande, tiene 37,60 metros de eslora, y tenemos todo lo que tiene una casa, incluso más cómodo. Por ejemplo, en invierno tenemos estufa y calefacción central, mientras en nuestra antigua casa teníamos chimenea, así que no pasamos nada de frío y tal. Sobre todo, vivimos más relajados, más tranquilos y nuestras preocupaciones son diferentes. Se reducen a que funcione la nevera, la carga baterías, que haya buen tiempo y tal. Si que es verdad que se necesita mucho más mantenimiento que en una casa porque el sol, el agua salada y todo eso no perdona, te tienes que estar trabajando permanentemente, pero compensa por otro lado. Se vive muy cómodo también porque no estás en un lugar metido con mucha gente, sino que estás bastante aislado y mucho más tranquilo y relajado, además tienes mucho más tiempo para pensar y programar cosas. En la ciudad el ritmo es otro y desde mi punto de vista es mucho más cómodo y seguro vivir en el agua.
¿Se puede llevar una vida sana a bordo?
La vida que llevamos a bordo es normal y sana, la misma que llevaríamos en la ciudad. Por ejemplo, hacemos deporte: yo fui jugador de rugby y actualmente Juan juega a fútbol. Lo llevamos a una escuela de fútbol aquí, aunque en este momento se ha paralizado por la pandemia. Así que nos mantenemos en forma. También llevamos una dieta equilibrada y sana y de eso se encarga normalmente Barbara, que cocina mucho. En cuanto a relaciones sociales, no hay ninguna limitación y siempre hablamos y nos relacionamos con gente de todo el mundo con la que nos vamos encontrando y vamos compartiendo experiencias. Lo que más se puede diferenciar es cuando te estás mudando de un lugar a otro. Pero por todo lo demás, es una vida como la de una casa.
¿Cómo es el día a día de una familia en una goleta?
Nuestro día a día, resumidamente, es una rutina de acomodar el barco, ver gente y seguir avanzando. Una rutina muy tranquila en la que siempre vamos sumando experiencias y aprendizajes nuevos. Cuando nos levantamos por la mañana, cada uno tiene una actividad concreta después de desayunar. Mi hijo mayor y yo acostumbramos a ser los que siempre alistamos el barco para la próxima partida, ya que navegando en un barco hay que hacer siempre de todo. Barbara normalmente se encarga de la cocina y de la educación de Juan, que la llevamos a distancia. Además, también hacemos deporte y nos ponemos en forma.
Capitán Fernando al timón de la Goleta Gringo.
Educación de Juan
Los primeros años de enseñanza son cruciales para la educación de un niño. ¿Cómo es la educación de Juan en la goleta mientras estudia con clases a distancia?
Cada vez que llegamos a un puerto, venimos con el legado de la escuela anterior y se incorpora con la nueva escuela. Además, la escuela de Brasil manda las tareas por internet para que Juan las realice. Barbara le enseña y lo ayuda. También estudia español, inglés y portugués y le va muy bien.
Juan y Bárbara en plena travesía a bordo de la Goleta Gringo junto a un amigo de Juan.
¿Se relaciona con otros niños?
Se socializa mucho y tiene amiguitos por todo el mundo, se escriben correos y se mandan regalos, es muy bonito. Además, sus amigos de Argentina, como nunca han subido en barco, pues vienen de vez en cuando y disfrutan mucho. También hemos navegado con todos los compañeros y maestras de la escuela anterior que tampoco habían navegado nunca y volvieron fascinados. Ahora por el COVID19 no lo podemos hacer, pero lo solemos hacer.
¿Qué opina Juan de vivir a bordo de un barco?
Juan: La Goleta me gusta mucho. Navegar es lindo para mí y es como un planetita que navega. Yo nací en un barco y nunca quise vivir en una casa en tierra porque me gusta mucho vivir en el barco. Como siempre navegamos mucho, yo tengo amigos en todos sitios y aquí espero hacer más todavía. También estudio en el barco y el colegio lo llevo bien. Aquí estoy estudiando el español y todo lo tengo sobresaliente. También estudio portugués e inglés.
Juan estudiando a bordo.
Navegar en tiempos de COVID19
El COVID19 provocó un cambio repentino en la sociedad. ¿Cómo vivisteis la cuarentena y el inicio de la pandemia desde el barco?
El COVID19 nos pilló llegando a Porto Caravelas, un viejo puerto colonial de Brasil muy bonito donde hay muy pocas personas y es muy pequeñito. La actividad que tiene por excelencia es la pesca. Por suerte allí no hubo muertes y hubo poco contagio. Es una ciudad muy pequeñita y abierta y usábamos mascarilla, de hecho, seguimos usándola aquí en Salvador.
Actualmente, ¿Qué medidas de protección y seguridad implementáis a bordo?
Ahora evitamos el contacto con la gente y lo llevamos lo más tranquilo posible para pasar esta tormenta. Llevamos mascarilla y vamos con cuidado, pero no implementamos ninguna medida concreta porque no tenemos manera de aislar un barco, pero, por ejemplo, no estamos subiendo a bordo a gente. En alguna ocasión han embarcado a bordo algunas personas, pero hemos hablado que si hubiese alguien que tuviese algún síntoma, que descartase subir a la Goleta. La gente dijo que no de buena fe y no tuvimos ningún problema. Ahora no estamos aislados, pero estamos en el barco a más de 1 km de tierra, a 1km de la gente y de todo.
Tripulantes de la Goleta Gringo en una auxiliar con mascarillas tras el COVID19.
¿Habéis podido gestionar bien en todo momento el tema del abastecimiento de alimentos?
No hemos tenido ningún problema en abastecernos, de hecho, yo siempre he sido autónomo y siempre que tengo un manguito, lo primero que hago es llenar la nevera de comida y siempre tenemos para uno o dos meses de comida a nivel conserva y la fresca, la vamos comprando. Pero siempre he acopiado en comida, eso me viene de mis abuelos que vinieron de Europa con hambre y primero estaba la comida y después todo lo demás. Entonces nosotros siempre tenemos mucha comida en el barco para una buena temporada.
¿Habéis sufrido algún episodio alarmante como consecuencia de la pandemia?
Por suerte no tuvimos ningún tema alarmante con el tema del COVID19. Sin embargo, nos preocupan más nuestros familiares que están en Argentina ya que es un desastre cómo se está gestionando todo y no los podemos traer aquí con nosotros. Eso es lo más preocupante que tenemos ahora, pero nosotros no hemos tenido ningún problema.
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Financiación
¿Cómo os financiáis para vivir a bordo de un barco de tales dimensiones?
Antes de salir, hace unos años el barco se sacó a tierra, se hizo todo el fondo y se puso todo impecable para hacer este viaje y ahora vamos de puerto en puerto. A medida que juntamos un grupo, compartimos los gastos y seguimos navegando. La vida aquí es muy austera, con una malla te arreglas. No necesitas ropa, no necesitas transporte, pagar cochera ni muchas cosas. Parece que fuese caro, pero no lo es. Es mucho más barato que vivir en una casa. Ahorras mucho más dinero. Sí que es verdad que tienes más mantenimiento que una casa, pero gastas mucho menos.
En vuestras redes sociales se os ve a menudo con diversos tripulantes. ¿Cuáles son los requisitos para poder embarcarse a bordo de vuestra aventura?
No tenemos requisitos. Es más, el barco es muy cómodo y nos ha permitido incluso llevar cómodamente a personas de más de 80 años y a discapacitados. Nosotros manejamos el barco y las personas vienen como tripulantes: ponen vela, van en timón, etc. Hace poco, vino una mujer que es capitán de la Marina Mercante brasileña, timonó la Goleta Gringo y estaba contentísima. Se viaja en equipo y la condición más importante es que tenga buena onda, que venga a pasarlo bien y vivir en familia. Todos hacemos todo y ayudamos en todo, es como un equipo.
Tripulación Goleta Gringo con visitantes.
Experiencia a bordo
¿Qué ha sido lo más impactante que os habéis encontrado o a lo que os habéis tenido que enfrentar en el mar?
Lo más bonito es que se arman grandes amigos, de cualquier parte del mundo y condición social. No tiene precio. Por ahí en tierra no te das cuenta. Convives con personas que ni siquiera sabes qué idioma hablan, etc. Es muy lindo. Después, también están los amaneceres, las puestas de sol, ver delfines, ballenas, orcas, pescar un buen bonito y comerlo al momento. Todo es lindo, incluso cuando hay mal tiempo ayuda porque cuando hay mal tiempo, lo pasas un poco mal y después disfrutas mucho del buen tiempo. Porque si no estuviera el mal tiempo, no te darías cuenta de que está el buen tiempo, ¿no? Entonces hasta eso es una enseñanza porque cuando hay mal tiempo y después sales, te ríes de cualquier cosa, todo es gracioso. Todo pasa a lo positivo y de todas las cosas vas aprendiendo.
¿Cuáles son vuestros planes de futuro?
Este barco es muy antiguo, fue construido en Génova y nuestra intención es volverlo a su tierra natal después de 130 años. Lo vamos haciendo todo a pulmón, pero bueno, estamos en contacto con la gente de Génova y están interesados. No es fácil, pero no bajamos los brazos y disfrutamos mucho. De hecho, a aquellos que tienen barco o la posibilidad de tenerlo les animaría a navegar. Aunque sea en tramos cortos, vayan tomando experiencia porque la náutica son millas. Uno puede leer excelentes libros, pero la conducta a bordo es diferente y cambia según las circunstancias. Con cuantas más millas, más confianza va ganando la persona y el barco. No hay que esperar a tenerlo todo, el único impedimento en esto es uno mismo, así que hagan un bolsito, lleven un par de bocatas, cervezas y al mar, que el mar es mucho más noble y predecible que nosotros mismos. Y a navegar! Que España tiene una costa hermosísima y unos lugares geniales para navegar y practicar en escuelas.
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