La navegación nocturna requiere algunos cuidados especiales. Jordi Maseras nos explica lo que hay que hacer y tener en cuenta para mantener el rumbo y la seguridad. Para valorar en su justo término la dificultad que la noche puede representar para la navegación costera, debemos aceptar que somos animales diurnos en un medio natural que no es el nuestro, con todas las limitaciones que ello representa.
Si aceptamos esta premisa, somos conscientes de ella y disponemos de medios apropiados, podremos resolver airosamente cuantos problemas se nos planteen incrementados por la noche y navegaremos con más precisión y seguridad.
Este tipo de navegación sólo exige que estemos familiarizados con la navegación sobre la carta, que sepamos trazar una ruta, leer una carta, hallar una situación por tres demoras, o por marcaciones sucesivas a una sola demora, ya que la mayoría de veces solo dispondremos de un faro como referencia.
Muchos navegantes experimentados opinan que es más fácil situarse de noche a la vista de la costa, que de día. No les falta razón, siempre que la costa esté bien balizada con faros potentes y de fácil identificación, las condiciones de visibilidad sean normalmente buenas y tengamos algo de práctica en navegación nocturna. Sin embargo, cualquier error que podamos cometer en la navegación, será más difícil de apreciar a causa de la oscuridad y a la vez más complicado de enmendar.
La hora del crepúsculo es un momento delicado en el que las sombras pueden llevarnos a engaño.
La adaptación del ojo humano a la oscuridad es la más elemental de las circunstancias que complican la navegación nocturna, en especial la costera. En este aspecto hay que recordar que de noche la visión lateral es mejor que la frontal y por este motivo podrán percibirse más fácilmente los objetos y detalles mirándolos ligeramente de lado. El relieve queda atenuado por la falta de sombras y en consecuencia las distancias, tan fundamentales de conocer en estas circunstancias, quedan distorsionadas. En el mejor de los casos, la costa nos aparecerá como una silueta negra y plana destacándose sobre el fondo del cielo, generalmente un poco más claro si es un acantilado, y como una forma imprecisa si es baja. Un tramo de costa acantilada recortada por la luz de una ciudad, parecerá más cerca de lo que realmente está, y más lejos si llega a destacarse sobre un cielo muy oscuro.
Ante las muchas dificultades que presenta la noche, es primordial conservar en todo momento la máxima visión y ésta se puede reducir considerablemente o incluso anularse por culpa del deslumbramiento que produce una iluminación excesiva a bordo. El tripulante que va al timón y que pasa mucho rato con la vista fija en un compás iluminado intensamente, tendrá una visión hacia el exterior prácticamente nula, lo mismo sucederá si la iluminación es deficiente y la observación constante le produce fatiga en la visión. Es conveniente pues, que la guardia sea al menos de dos personas y la observación de la costa y del horizonte corra a cargo de otro tripulante que permanezca en zona de completa obscuridad para que su vista no quede mermada por ningún deslumbramiento. Los tripulantes que entren de guardia deberán pasar un período de adaptación de la vista de cómo mínimo un cuarto de hora en la bañera antes de hacerse cargo de su guardia.
Cuanto más altas estén las luces de navegación más probabilidades de ser vistos, sobre todo con mal tiempo. Foto: Jordi Maseras.
Hace ya muchos años que los científicos descubrieron que una persona con visión normal, obtiene una miopía de 1 a 1,5 dioptrías durante la noche. Así un miope ve incrementada su miopía y un hipermétrope de 1,5 dioptrías verá reducido su defecto a 0 (será el mejor tripulante nocturno). Como ya sabemos, la luz blanca aunque sea débil siempre deslumbra, el simple acto de encender un cigarrillo nos dejará sin una buena visión hacia el exterior durante varios minutos. La luz roja es la que menos deslumbra, por lo tanto las luces que deberán permanecer encendidas a bordo durante le noche como el compás, GPS plotter, instrumentos y mesa de cartas serán de dicho color y lo menos intensas posible. Si no disponemos a bordo de bombillas rojas, una solución eficaz y duradera será pintar las existentes con esmalte de uñas rojo. Como la luz de ambiente del salón es muy necesaria para tener la libertad de moverse libremente cuando se está de guardia sin molestar a los tripulantes que duermen, además de roja procuraremos que sea muy tenue. Una buena solución para este cometido, será la de aplicar al porta lámparas una bombilla de voltaje superior al de la red de a bordo. (Bombilla de 24 voltios si tenemos una instalación de 12.)
Las luces de balizamiento de entrada y salida de los puertos se ven claramente si el fondo es uniforme. Foto: Jordi Maseras.
Al trabajar con luz roja, deberemos tener muy en cuenta que nos será muy difícil apreciar las marcas rojas que figuren en las cartas, como tampoco podremos distinguir el azul pálido que marca las zonas de poco fondo y que el verde lo veremos como negro. La falta de costumbre de trabajar con este tono de luz, junto con la poca intensidad que debe de tener la iluminación, suelen hacer difícil la lectura de los libros de faros, derroteros y las letras pequeñas de las cartas, inconveniente que podemos subsanar si tenemos la precaución de anotar cuantos datos nos puedan ser de utilidad en un cuaderno de manera clara y con letras grandes, mientras dispongamos de luz diurna.
Tan importante es ver como ser vistos y para ello debemos estar bien seguros de que nuestra instalación eléctrica está en perfectas condiciones y nuestras baterías en plenas facultades. Las pérdidas de tensión producidas por el mal aislamiento de los cables y conexiones, y la acción de la humedad suelen ser frecuentes si no revisamos la instalación periódicamente. Las dos condiciones fundamentales que requieren nuestras luces de posición son: visibilidad e identificación. Las dos están perfectamente definidas en el reglamento internacional que establece los alcances de cada luz, su color y su sector de visibilidad. Sirva de referencia que, una bombilla de 25 vatios conectada a una batería de 12 voltios produce 21 candelas (unidad de medición empleada para medir la intensidad lumínica) y que este valor se ve reducido casi un 70% cuando la luz ha de atravesar un cristal de color. Para que una luz sea vista a una distancia de una milla, precisaremos como mínimo una bombilla de 14 vatios.
Las luces de navegación deben revisarse periódicamente; la falta de estanqueidad puede ser el principio de una seria avería. Foto: Jordi Maseras.
Para terminar, una regla de oro: llevar el arnés de seguridad abrochado y enganchado a la línea de vida desde el mismo instante en que pisemos la bañera. Este aspecto, el reconocimiento de luces y las maniobras en cubierta los analizaremos más a fondo en otros artículos. Si le perdemos el miedo pero jamás el respeto, la navegación nocturna nos puede deparar singladuras inolvidables.
Más información sobre: ¿Qué es el balizamiento marítimo?